¿Qué es el Estrés?
El estrés es habitual en nuestra vida y no siempre tiene por qué ser negativo, sino que incluso es necesario. Una característica esencial del ser humano es la facultad de adaptación al cambio, que siempre viene acompañada de estrés. Puede tratarse de acontecimientos negativos – muerte de un ser querido, enfermedad, ruptura amorosa, despido laboral… – o positivos – un ascenso laboral, iniciar una relación sentimental, llegada de un hijo, etc.
Tipos de Estrés
Podemos distinguir varios tipos de estrés:
Estrés agudo: aquel que se da en situaciones puntuales que sobrepasan nuestra capacidad de afrontamiento, como una ruptura de pareja, la pérdida de un trabajo…
Estrés prolongado o crónico: aquel que aparece en situaciones en las que la persona debe estar o tiene la sensación de estar permanentemente en alerta ante el entorno, el cual se percibe como altamente amenazante de forma continuada, como, por ejemplo, afrontar una pandemia como la que estamos padeciendo, con duras medidas sociales restrictivas.
Síntomas del Estrés
Se habla de “estrés bueno”, cuando la respuesta a tales acontecimientos es adecuada (adaptativa). Es decir, el sistema fisiológico se reajusta, manteniéndose de esta forma el equilibrio psicológico. Este tipo de estrés es necesario para adaptarnos a los continuos cambios a los que nos enfrentamos y ayuda a que cuerpo y mente se mantengan en un estado sano y vital.
Sin embargo, cuando lo acontecido demanda un esfuerzo físico y psíquico intenso y prolongado – excesivo –, se puede superar la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo, y es entonces cuando se genera el “estrés malo” o distrés. Es este tipo de estrés el que propicia la aparición y mantenimiento de las enfermedades psicosomáticas (psoriasis, alergia, dermatitis, úlceras, entre otras), así como los cuadros de ansiedad. También puede llegar a acarrear graves consecuencias en casos extremos (paro cardíaco, ictus cerebral, etc).
Tal exceso de estrés provoca una fuerte tensión física y emocional, y se manifiesta mediante síntomas físicos como dolores de cabeza, dolores intestinales, rigidez en la zona del cuello o de la espalda, diarrea o estreñimiento, fatiga constante… o síntomas cognitivos como falta de concentración, fallos de memoria y problemas para conciliar el sueño.
Ansiedad y Estrés
A menudo ansiedad y estrés se usan como sinónimos, entendiendo en ambos casos un mismo tipo de reacción emocional, caracterizada por múltiples síntomas físicos (dolores, rigidez, temblores, agitación…) y síntomas psicológicos (inquietud, irritabilidad…). Sin embargo, el estrés es un proceso más amplio de adaptación al entorno frente a determinadas situaciones concretas, convirtiéndose en distrés o estrés «malo» cuando la persona siente que la situación actual «le supera», que carece de la capacidad necesaria para hacerle frente. La ansiedad, en cambio, es una reacción emocional de alerta que surge de anticipar una amenaza real o imaginada.
Pero es habitual que ambos trastornos, ansiedad y estrés, se manifiesten conjuntamente, por lo que el enfoque psicológico de cara a un tratamiento eficaz a menudo comparte mismas premisas terapéuticas.
Tratamiento contra el Estrés
En una primera entrevista, detectamos mediante el relato del paciente sobre sus síntomas, sus emociones o sus sensaciones: sensación de frustración, de pérdida de control, irritabilidad excesiva, nerviosismo, confusión…
También tendremos en cuenta los síntomas físicos del estrés, que al momento se han manifestado y son descriptos por el paciente tales como: tensión, rigidez en la expresión, sudoración, temblores, sequedad en la boca, dolores de cabeza, entre otros.
Se trata de recabar información a través de todas aquellas variables que se recogen a lo largo de la sesion siempre respetando el ritmo y los tiempos de cada persona.
Posteriormente, ubicamos esta sintomatología en un diagnóstico diferencial, midiendo la intensidad de la misma, para valorar el tratamiento más apropiado.
En una primera fase del tratamiento, terapeuta y paciente elaboran un registro del estrés, con el objetivo de delimitar al máximo los contextos y las pautas relacionales que los promueven. Posteriormente, se realiza un análisis en profundidad de todo ello en busca de “pequeños desencadenantes” que puedan activar redes neurales asociadas a representaciones mentales de recuerdos o vivencias dolorosas. Son lo que denominamos “disparadores de estrés”.
Una vez identificados estos disparadores, el terapeuta con el paciente van co-construyendo una descripción exhaustiva de las dinámicas intrapsíquicas que otorgan poder a esos estímulos que desencadenan una reacción desproporcionada, en definitiva, que generan el estrés, de modo que el paciente comience un autoconocimiento que le permita adelantarse a la o las situaciones ansiogenas.
Los disparadores actúan a modo de talismán, con un gran poder sugestivo, por su capacidad de generar reacciones en la persona con sus rasgos simbólicos. Luego mediante un proceso terapeutico sostenido, psicólogo y paciente haran una exploración en la memoria, para entender a qué recuerdo de su historia los conduce dicha simbología, que activa mecanismos de alerta desactualizados, mecanismos de reacción excesivos que desencadenan el estrés.
A lo largo de las sesiones, promovemos la integración de las diferentes memorias del cerebro: de un lado, la memoria semántica, que porta el “archivo de las emociones”, y la memoria episódica, que compone el “archivo de los relatos”. De esta manera se hacen conscientes recuerdos que son productores de los estados de alerta que desarrolla el paciente frente a las diferentes situaciones ansiogenas.
Esta sinergia que se logra en el proceso terpeutico permite al consultante relajar dichos estados de alerta, de modo que el psiquismo – el conjunto de procesos psicológicos que confieren la actividad mental de una persona – incurra en la manifestación de emociones y recuerdos permitiendo reprocesar la vivencias pasadas en un contexto seguro y asi desatar el nudo existencial que le produce la sintomatologia.
El estrés, a menudo, no se corresponden tanto con situaciones difíciles actuales, como con el impacto exponencial que las mismas pueden generar por activación de experiencias pasadas, no integradas de forma satisfactoria.
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